Maquina de escribir Underwood. ME Cruz.
Máquina de escribir Underwood.

Me gustaría decir que desde mi niñez ocurrió, que siempre lo supe, que fue para mí algo natural como les ha ocurrido a muchos otros. Pero no fue ese mi caso.

Esto de ser escritor se dio de forma totalmente accidental, sin yo imaginarlo siquiera y sin haberlo deseado realmente. Pasaron casi cuarenta años de mi vida sin pensarme capaz de serlo, sin nunca haber imaginado ser participante activo. Muchos años en los que mi contacto con la literatura había sido solamente como lector, como espectador, porque desde temprana edad me ha gustado leer y desde que recuerdo en mi casa ha habido libros, aunque la verdad sea dicha, no todos de literatura.

Pero este estatus exclusivo de lector cambió el día que vi aquel poster en una librería de mi ciudad en el que se anunciaba un curso para escritores. Fue una época en que escribir reportes y documentos en mi trabajo  exigía un cierto nivel de redacción que creía no tener. Que los cursos tendrían como sede La Casa de la Cultura, explicaba aquel anuncio, y daban la fecha de inicio. Tome las referencias, incluido un teléfono y me propuse asistir para aprender a redactar textos de la forma más correcta posible.

Después de algunos intentos fallidos para localizar a los convocantes obtuve por fin los requisitos para ser aceptado, los costos, las fechas y horarios del curso. Las clases se impartían de ocho a diez de la noche lo cual se me acomodaban, el costo era muy accesible, los requisitos de ingreso los reunía. ¿Qué llevo?, algo con que escribir y ganas, me respondieron, así que me presente el primer día de clases con una libreta de taquigrafía, algunas hojas blancas, un lapicero y una pluma de tinta azul.

El salón lleno de alumnos, unas veinticinco personas, esperando el inicio de las clases. Algunos tímidos saludos con leve inclinación de la cabeza. Salvo tres personas los demás eran más jóvenes que yo y algunos casi adolecentes. Nombres escuchados en las presentaciones, algunas manos estrechadas sin demasiado interés. Yo estudio Literatura en la Universidad, dijo una. Yo escribo pensamientos en mi casa, dijo otra. A mi lo que se me da es la poesía, dijo otro más allá.

Me empecé a sentir incomodo en este ambiente. A mi no se me daba la poesía, ni estudiaba literatura, ni escribía pensamientos en mi casa. Y me empezó a taladrar la idea de estar en el lugar equivocado pues lo único que yo quería era aprender redacción para hacer mejor mis informes de trabajo. Y para acabarla de amolar, mi intranquilidad incremento cuando al dar la bienvenida a los cursos mentaron una tal SOGEM, nos presentaron al maestro en turno y plantearon los objetivos de los cursos. Se trataba de que los asistentes aprenderíamos a escribir cuento, novela, guión de cine y radio. ¡En la madre! ¿que hago yo aquí?.

Mi mente empezó a idear las mil y una formas de salir de inmediato de ese lugar en el que había caído por equivocación, por azares del destino. Podría intentar el ataque directo: tomar mis cosas, menos la pluma que había prestado y que aún no me regresaban, y salir del recinto como si nada hubiera pasado alejándome de ahí inmediatamente. ¿Y mi pluma? Pues en ese momento me pareció que salir de ese lugar de reunión de escritores de cuentos bien valía perder una pluma de tinta azul.

Pero salir de forma apresurada de momento no me pareció lo más correcto, así que dando un fuerte respiro me rendí al hecho que ya estaba ahí. Un poco más tranquilo acepté que podría esperar a que terminara la primera clase y para abandonar el barco con cierta dignidad, preguntar a alguien si por ahí vendían café o cigarros y salir con ese pretexto para no regresar jamás.

El asunto es que me quede a esa primera clase y a la segunda, platique con los otros asistentes y algunos me parecieron personas gratas. Y volví a las clases del día siguiente y empecé a agarrarle sabor a los ejercicios de escritura que nos ponían y cada vez me interesaba más lo que ahí se decía. También me entere lo que SOGEM significaba, leía los libros sugeridos, participaba en las clases de crítica literaria y opinaba gustoso sobre los textos o libros que nos recomendaban.  Hacía mis tareas, leía mis trabajos ante los demás, tomaba nota de sus críticas a mis textos, opinaba sobre los de ellos.

Y por primera vez en mi vida, escribí. Y lo más maravilloso de esto es que empecé a experimentar lo que se sienten en este proceso. Esa sensación de que vas descubriendo cosas, de que tus emociones van tomando forma, de la adrenalina del nacimiento de una idea y del dolor cuando tratas de describirla en palabras y estas no te alcanzan.
Y me gustó verme escrito en papel, ver aquellas mis historias transformadas en textos. Y saborear lo que se siente al ver que otros manifiestan gusto por tu trabajo.

Y esta sensación me han acompañado desde entonces, desde ese día en que aquel poster que anunciaba un curso que  creí de redacción cambio mi vida. Y a partir de ese sábado me supe escritor.

NOTAS:
Este texto fue escrito por la invitación que me hizo una amiga de mis círculos de G+. El tema me pareció interesante y este es el resultado.
Además es parte de un concurso citado por Positivewriter llamado “Writing contest: You are a writer
SOGEM – Sociedad General de Escritores de México

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9 comentarios sobre “¿Yo escritor?

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