Hombre de principios

¿Propósitos incumplidos?
¿Propósitos incumplidos?

Mi objetivo para este año que recién inicia es muy simple: leer mucho y escribir más.

Publiqué en este mismo blog mis propósitos para este 2014, una lista de mis buenas intenciones en lo que a lectura y escritura se refiere. Para cumplir con mi propuesta creo contar con los elementos básicos necesarios: una buena cantidad de libros y muchas historias almacenadas en mi interior, además de algunos años de ejercicio en esto de teclear palabras en mi computadora. Esto aunado a una estimulante alegría interna y unos profundos deseos por escribir que cada vez me son más difíciles de contener.

Los libros casi todos en formato digital, lo que propicia poder leer a casi cualquier hora y en casi cualquier lugar. Ventajas de los modernos PDA- asistente digital personal. De las historias que deseo contar algunas están dibujándose en mi mente y otras más están por romper el cascarón, intentando nacer desesperadamente. Las menos iniciaron ya su transformación en palabras escritas, de esas que forman mundos mejores desde el momento en que tiene el valor de salir de su encierro.

Este cuarto día del mes de enero, me veo el 31 de diciembre de 2014 con una sonrisa en mi rostro, satisfecho por haber llegado a las meta propuesta trescientos sesenta y cinco días atrás. La mesa está servida. Los manjares se ven deliciosos, en espera ser degustados y digeridos, ansiosos por proporcionarme ese combustible interno tan necesario para vivir.  Como ves todo parece perfecto. Bueno, casi perfecto, porque siempre ha de existir algún pequeño problema.

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¿Yo escritor?

Maquina de escribir Underwood. ME Cruz.
Máquina de escribir Underwood.

Me gustaría decir que desde mi niñez ocurrió, que siempre lo supe, que fue para mí algo natural como les ha ocurrido a muchos otros. Pero no fue ese mi caso.

Esto de ser escritor se dio de forma totalmente accidental, sin yo imaginarlo siquiera y sin haberlo deseado realmente. Pasaron casi cuarenta años de mi vida sin pensarme capaz de serlo, sin nunca haber imaginado ser participante activo. Muchos años en los que mi contacto con la literatura había sido solamente como lector, como espectador, porque desde temprana edad me ha gustado leer y desde que recuerdo en mi casa ha habido libros, aunque la verdad sea dicha, no todos de literatura.

Pero este estatus exclusivo de lector cambió el día que vi aquel poster en una librería de mi ciudad en el que se anunciaba un curso para escritores. Fue una época en que escribir reportes y documentos en mi trabajo  exigía un cierto nivel de redacción que creía no tener. Que los cursos tendrían como sede La Casa de la Cultura, explicaba aquel anuncio, y daban la fecha de inicio. Tome las referencias, incluido un teléfono y me propuse asistir para aprender a redactar textos de la forma más correcta posible.

Después de algunos intentos fallidos para localizar a los convocantes obtuve por fin los requisitos para ser aceptado, los costos, las fechas y horarios del curso. Las clases se impartían de ocho a diez de la noche lo cual se me acomodaban, el costo era muy accesible, los requisitos de ingreso los reunía. ¿Qué llevo?, algo con que escribir y ganas, me respondieron, así que me presente el primer día de clases con una libreta de taquigrafía, algunas hojas blancas, un lapicero y una pluma de tinta azul.

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Cambiar por piña colada

Bebida Preparada
Bebida Preparada – piña colada

Teníamos que cambiar nuestro comportamiento. Esa fue nuestra conclusión en cuanto empezó a aminorar la maldita cruda, después de aquella tremenda borrachera de la noche anterior. Si, ya con algunas cervezas bien frías y después de haber comido un delicioso caldo de borrego caliente y picoso la vida de ve diferente, se ve mejor. Mi somnolencia me hizo desear que pronto aparezca la noche y  dormir bien. Mañana la cruda será solamente un recuerdo, me cae que si.

La promesa hecha salvo el día de ser una ruina total además que las cervezas y el platillo borrego comprado en el mercado sobre ruedas, aminoraron los arrepentimientos. Y de que hubo cambios como consecuencia del pacto, los hubo. Aunque no fueran los que inicialmente imaginamos.

Es que nuestro comportamiento como bebedores no era el que deseábamos o el que se esperaba de nosotros, personas jóvenes e inteligentes. Como que casi siempre nos excedíamos en  nuestro comportamiento. Y ese casi siempre era para mal.

Por eso nuestra preocupación por cambiar, por hacer algo para que nuestras borracheras fueran mejor, más agradables para nosotros y para nuestros acompañantes en turno. Y quizás con este cambio de rumbo también lograríamos que las crudas morales disminuyeran y ya no provocaran tanto escozor la mañana siguiente. Tu sabes, esas crudas morales que hacen pensar: “..la cagaste, mi buen. Y la cagaste feo”.

En fin, que en aquella plática de dos amigos crudos el día después de habernos embriagado como Vikingos  antes de la batalla, concluimos que algo teníamos que hacer para que nuestras borracheras fueran menos corrientes.
Porque has de saber que cuando estábamos tomados nos daba por sentirnos agredidos y respondíamos violentamente. Nos daba por buscarles pleito a otras personas, para demostrar nuestra bravura y enfatizar el hecho de que a nosotros se nos debía respeto. Y bueno,  has de imaginar acertadamente que esta actitud nos causaba muchas enemistades, sobre todo porque ya borrachos nuestra clasificación de “me agreden” se estrechaba mucho y nos hacía alterar la paz de la fiesta a causa de hechos insignificantes que nuestras mentes magnificaban… y nos declaraban “persona non-grata”  los anfitriones en turno.

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