Mi objetivo para este año que recién inicia es muy simple: leer mucho y escribir más.
Publiqué en este mismo blog mis propósitos para este 2014, una lista de mis buenas intenciones en lo que a lectura y escritura se refiere. Para cumplir con mi propuesta creo contar con los elementos básicos necesarios: una buena cantidad de libros y muchas historias almacenadas en mi interior, además de algunos años de ejercicio en esto de teclear palabras en mi computadora. Esto aunado a una estimulante alegría interna y unos profundos deseos por escribir que cada vez me son más difíciles de contener.
Los libros casi todos en formato digital, lo que propicia poder leer a casi cualquier hora y en casi cualquier lugar. Ventajas de los modernos PDA- asistente digital personal. De las historias que deseo contar algunas están dibujándose en mi mente y otras más están por romper el cascarón, intentando nacer desesperadamente. Las menos iniciaron ya su transformación en palabras escritas, de esas que forman mundos mejores desde el momento en que tiene el valor de salir de su encierro.
Este cuarto día del mes de enero, me veo el 31 de diciembre de 2014 con una sonrisa en mi rostro, satisfecho por haber llegado a las meta propuesta trescientos sesenta y cinco días atrás. La mesa está servida. Los manjares se ven deliciosos, en espera ser degustados y digeridos, ansiosos por proporcionarme ese combustible interno tan necesario para vivir. Como ves todo parece perfecto. Bueno, casi perfecto, porque siempre ha de existir algún pequeño problema.
Quizás tu solamente me conozcas por medio de lo que publico en este blog. Pero si por alguna razón llegaras a hacerlo personalmente te darías cuenta que tengo una cualidad que me caracteriza. Son un hombre de principios: nunca termino lo que me propongo. Soy uno de esos tipos raros que muy frecuentemente dejan las cosas a medias. Déjame darte algunos ejemplos ilustrativos para aclarar lo dicho.
Iniciemos por la moda, por esto de tratar de ser delgado. Resulta que en 2013 me propuse bajar de peso por enésima vez. De enero a junio, ni un gramo disminuyó la báscula. Al contrario, aumentó. De junio a septiembre, debido a la ayuda de mi familia- sobre todo a mi nieto de 3 años por hacerme correr tras de él todo el día- y el calor de verano, baje 14 kilos. Pero resistiéndose al cambio y al grito de “¡a la carga mis valientes!”, mi mente entro en combate por la defensa de mis petrificadas costumbres alimenticias, y aprovechando un viaje inesperado, recupere 6 kilos. Es que ya los extrañaba, que caray.
Por ahí entre el 29 y el 31 de diciembre del 2012, después de un serio análisis sobre las enormes desventajas de ser soltero, me propuse casarme en 2013. Casi trece meses después ni novia tengo. Me da hueva eso de entrar de nuevo en el arte de la conquista y todo lo que conlleva: hacer las citas en las fechas apropiadas, preocuparme si la ropa es la adecuada para salir, escoger de entre una lista enorme de platillos desconocidos para mí escritos en menú del restaurante en turno. Me siento en desventaja por no tener un automóvil de esos que las mujeres sexys consideran debe tener un sujeto que ha alcanzado la estabilidad económica suficiente para casarse. Con decirte que mi automóvil aparenta más edad que yo, así que ya te has de imaginar el poco impacto que causo, por lo que no es muy difícil entender que las féminas con quienes me relaciono no me consideren un buen partido. Bueno, y aparte de esto, no busco lo suficiente.¡Chale!
Otra desventaja de quien esto escribe es no dejar de ser un soñador. Mi mente vuela e imagina mundos mejores y fantásticos a la menor provocación. De pronto sigo imaginando que Jennifer Aniston se enamorará de mí, o que por alguna mágica conjura del universo el billete premiado de la lotería será el que yo compre.
¿Sigo con la lista? No voy al gimnasio; no he aprendido las leyes básicas para sacar licencia de conducir en el estado de Oregón donde actualmente vivo; no puedo dejar de comer chocolates; tengo en mi librero un ejemplar que no he leído desde que lo compre, ya hace 9 años; hace tres meses me propuse enseñar a mi nieto las maravillas de cultivar árboles y aun no lo hago.
Otra de mis resoluciones fue la de no prometer, a otros o a mí mismo, cosas que no pueda cumplir. Y ya ves, hice mis propósitos para 2014. En fin. Que mis buenos deseos, aunque no firmados ante Notario Público como las propuestas de aquel candidato a gobernador ahora tan famoso, ya están en línea, son públicas, y de alguna forma me comprometen.
Ahora falta saber que pasos va a dar este hombre de principios para llegar al fin de año sin más manchas en su piel de tigre.
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