Hace unos días me vinieron los recuerdos de mi adolescencia y con ellos la de aquella curiosa forma de caminar que algunos llamaban de 3/4.
Quienes tuvimos la suerte de ser jóvenes a finales de los 60s y principios de los 70s en la ciudad de Ensenada podremos recordar algunas de las conductas de aquellas épocas. Nuestra forma de vestir, hablar o comportarnos tenía características especiales, producto del momento y de la ciudad misma. Aunado a esto tenía una edad en que la moda era importante, en la que ser diferente y único adquiere dimensiones impensables en otras etapas de la vida y que se reflejan en todos y cada uno de nuestros actos, inclusive en nuestra forma de caminar.
El origen de este particular caminadito o su creador, si es que hubo alguno, me son desconocidas. Pero puedo dar fe de que alguna vez la practiqué y la verdad me hacía sentir como torero debutando una tarde de domingo en la Plaza de Toros de las Ventas, en Madrid. Me sentía atractivo, conquistador, objeto de la vista de las muchachas que en aquellos años caminaban por esas calles de Ensenada y claro, objeto de la envidia de los jóvenes que no se atrevían o no sabían caminar de esa forma. Me sentía chingón, pues.
De seguro recuerdas que en aquellas épocas las fotografías en blanco y negro eran algo de uso común. Para solicitar muchos de los trámites oficiales o para otorgarte cualquier credencial que te identificara, las exigían. En las escuelas eran uno de los requisitos indispensables.
En cuanto a la posición del sujeto frente a la cámara, las había de frente, de perfil y de 3/4. En la de frente, tu cara mirando hacia la cámara. En la de perfil, tu cara volteada hacía el lado izquierdo. En la de ¾, tu cara orientada a un punto intermedio entre estas dos posiciones anteriores. En los tres casos, la vista siempre dirigida en la dirección en que se orientaba la cabeza.
Y en este último tipo de retrato se sustentaba esa peculiar forma de caminar de los muchachos “de onda” de aquella época. Caminar de tres cuartos era tener la cabeza orientada a unos cuarenta y cinco grados con respecto a la trayectoria de tu caminar y dirigir la vista hacia un lugar indefinido del espacio pero en la dirección que apuntaba tu cara. Y esta era la parte difícil de lograr. No se valía caminar con la cara dirigida en una dirección y tus ojos en otra. Hacer esto era de primerizos a más de antiestético, porque parecer medio bizco no era muy bien visto por las muchachas a quienes querías impresionar, que caray.
Para estar “en la onda” (ser cool, dirían ahora) era preciso entender que esta forma de caminar se adoptaba para hacerte ver más guapo, más en control de las cosas, más dueño de tí mismo, no para verte más inseguro o descontrolado. Para lograr este efecto y hacerlo efectivo había que tener práctica porque como es fácil entender, esa postura podía fácilmente hacerte tener un caminar errático o hacerte equivocar el rumbo. Y no dominar la técnica era fatal para un adolescente que busca ganarse un lugar ante los suyos. Si no eras lo suficientemente versado en manejar los movimientos necesarios para caminar de ¾, no solamente las muchachas lo notarían sino tus rivales potenciales, aquellos deseosos de que erraras para poder sacarte de la competencia en la conquista. Las muchachas no te harían caso alguno y tus rivales se burlarían de ti. La muerte total, pues.
Y si caminar con tus ojos sin mirar directamente al frente era algo relativamente difícil, más lo complicaba el tener cabello largo pues había que aderezar esta forma de andar con el va-y-ven de tu longa cabellera. Tu sabes, ese efecto que logras al balancear cabeza y cuerpo de forma harmónica de tal suerte que tu cabellera pareciera ir hacia adelante y hacia atrás, rítmicamente. Y el truco estaba en hacer aparecer las cosas como si ocurrieran de forma natural, no forzadas. Ese va y ven debía parecer producto de la docilidad de un cabello bien cuidado que se doblega fácilmente a la fuerza del viento. Esa era la clave: que pareciera natural. Esa era la garantía de tu éxito. Esa era la forma en que te harías notar, sin parecer esforzarte demasiado, sin que te vieras artificial.
Y en memoria de estos momentos, ayer intente en mi casa caminar de ¾ y no pude. Mis ojos no me ayudaron, ya no veo bien por el rabillo. Están cansados. Y del movimiento rítmico de mi cuerpo y cabeza para lograr el va-y-ven de mi cabellera, ni hablar. Estoy calvo.
Confieso que nunca fui de los máximos exponentes de esta forma de caminar, pero si fui un buen aficionado y llegue a dominar la técnica básica. Las imágenes en mi mente de aquellos años en los que mis andanzas por la Avenida Ruíz y la Calle Primera me hicieron sentir el centro de las miradas, sobre todo verme en aquellos momentos en que si pude hacerlo, iluminaron mi cara con una sonrisa.
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Compa, me trae los recuerdos, de la época, esos tres cuartos son intrínsicos a la época. Felicidades… abrazos completos….