Brasileiros en el LACMA

Músicos brasileiros
Músicos brasileiros

De todos los presentes quienes se mostraban más felices, en su ambiente, eran los brasileños. Esta tarde el lugar del evento les pertenecía, era de ellos, era su música. Y no es que los no brasileiros estuvieran a disgusto pero esta fiesta era de los que tenían el portugués como lengua madre, de los que que consideran el fútbol como una religión, los paisanos de Pelé y de Antônio Carlos Jobim.

Enseguida, casi pegados a nosotros, había algunos de ellos. Eran más mujeres que hombres. Algunas parejas también. Tomando el vino en copas de vidrio, degustando quesos, carnes frías, verduras preparadas como entremeses. Panes por aquí, algunas aguas o bebidas refrescantes por allá. Zapatos, platos desechables, manteles y cobertores en el césped para sentarse sobre ellos.

Platicaban en portugués, salvo cuando era presentado algún recién llegado. A estos fuereños se dirigían en inglés y saludaban formalmente dando la mano.  Los abrazos al parecer estaban reservados a los paisanos. A los demás se les saludaban cálida, aunque formalmente.

“Algunos de ustedes, brasileños, recordarán a Xuxa….”


Dijo Katia al micrófono. “Me da un gusto enorme saludar a una amiga aquí presente, quien trabajo como productora de algunos de sus shows…” Su brazo señalo a la mencionada, quien mandaba besos y aplaudía con los brazos muy pegados a su cuerpo y sus manos muy cerca a su boca. Rubia, delgada, de baja estatura, mostraba mucha emoción al recibir el reconocimiento de la cantante. Con sus manos juntas, formando una especie de cavidad con la que cubría su boca, mandaba de vez en vez besos o aplaudía el gesto de Katia.

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La ardilla de la Main Street

La ardilla de la Main Street
La ardilla de la Main Street

La primera vez que la vi corría sobre uno de los gruesos cables de energía eléctrica que se despliegan en paralelo por arriba de la calle en la acera de enfrente. Corría con gracia encorvando un poco su cuerpo cuando saltaba, con la vista al frente. Su piernas, musculosas. Su pelaje, brilloso. Su paso firme, despreocupado.

Es un trayecto de 25 metros el que recorre para llegar de un árbol a otro, sin necesidad de bajar al piso y andarlos sobre el pavimento.  Los dos árboles entre los que se mueve están situados en manzanas diferentes por lo que utilizar el cable le evitaba lidiar, además, con los vehículos que transitan por ahí.

 Después de esa primera vez la he visto muchas más. La veo corriendo apresurada o caminando tranquilamente, de ida y regreso casi siempre llevando algún tipo de alimento-seguramente nueces- en su boca. O quizás no sea la misma, porque en verdad es imposible para mí distinguir una de otra. Todas me parecen iguales, como si fueran clones.

No hay quien la moleste. No la persiguen, no la cazan, no la agreden, no la ahuyentan, no le temen, nadie se atreve a tirar sus árboles. No veo niños o jóvenes que les tiren con resortera o municiones. Más aún, en algunas casas le ponen bebederos para que tome agua o le dejan elotes completos para que se alimente. Parece que los habitantes de esta ciudad no la consideran una plaga.

Allá, arriba, todo parece tranquilo para ella. Salvo, quizás, cuando otra ardilla trata de cruzar al mismo tiempo y se encuentran en un camino demasiado angosto para las dos. Pero ni siquiera eso le preocupa. Simplemente una de ellas decide pasar por debajo del cable, sin detenerse siquiera a discutir con la otra cual camino tomar.

Aquí puede vivir tranquila y el alimento para las de su especie abunda. Este es un buen lugar para ella, donde se siente segura. Más segura que si fuera humano, adolescente, y alumno de alguna de las escuelas de este país. A ellos si les tiran a matar con armas de fuego de grueso calibre.

Me alegre por las ardillas. Me entristecí por una cultura que a veces pareciera no mostrar a su juventud las mismas consideraciones que tiene para estos roedores.

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Escritores de novela negra y como trabajan – Ricardo Bosque

 ¿Te has preguntado cuales son los hábitos de trabajo de tus escritores favoritos? ¿Que música escuchan cuando escriben, dónde lo hacen, cuantas horas pasan derramando palabras sobre el papel o la pantalla?

 Esta serie de entrevistas darán respuesta a algunas simples preguntas que hice a algunos de los escritores de novela negra más importantes de este tiempo.

 En este entrega Ricardo Bosque nos da a conocer algunos de sus hábitos como escritor. Que lo disfrutes.

Ricardo Bosque
Ricardo Bosque

 ¿Podrías presentarte y decirnos que escribes (cuento, novela, ensayo, ….)?

Soy Ricardo Bosque y nací en Zaragoza -donde siempre he vivido- hace exactamente medio siglo. El trabajo que me da de comer lo desarrollo en el ayuntamiento de mi ciudad y parte de mi tiempo libre lo dedico a juntar palabras en forma de novelas, relatos, reseñas literarias y algún artículo. Y otra parte de ese tiempo libre lo dedico a editar y dirigir la revista digital Calibre ,38, especializada en el género negro.

 ¿Cuántas horas al día escribes?

Menos de las que me gustaría, con dos pequeñajos de cuatro años corriendo todo el día por casa no se puede hacer más. Siempre que puedo y estoy con una novela, entre hora y media y dos, a poder ser todos los días.

 ¿A qué hora del día prefieres hacerlo?

Esta respuesta es complementaria de la de arriba: no es cuándo prefiero sino cuándo puedo, habitualmente de noche y, sobre todo, viernes y sábados. Y me gusta, no voy a negarlo.

 ¿Te fijas un límite en palabras, o en tiempo? ¿o no hay límite?

No, nunca. A veces me lo he propuesto y a la vista de que nunca lo he logrado he desistido de fijarme objetivos tan a corto plazo.

 ¿Cuándo escribes escuchas música? de ser así, ¿qué tipo de música?

Casi siempre lo hago, me gusta tener música de fondo, instrumental porque si tiene letra terminaría cantando. Jazz, étnica y clásica son mis favoritas, aunque a veces me permito -si la ocasión lo propicia- algo de pop o rock: The Cure, The Clash, Belle & Sebastian, Eels…

 ¿Qué tan seguido consultas Internet? ¿tienes períodos en los que te abandones totalmente al vacío de la Internet? ¿O te desconectas completamente de tu conexión a la red?

Nunca desconecto de la red, diría que soy casi un adicto. Como instrumento de consulta me resulta insustituible y, desde luego, como modo de estar en contacto con otros autores o con lectores que han tenido el detalle de leer alguno de mis libros.

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Buscando novia – el inicio

Busco novia
Busco novia

Buscar novia. Gringa, blanca, rubia, ojo azul, lindas piernas. A fin de cuenta estoy  viviendo en Gringolandia y en una ciudad donde abundan las güeras. Si, esto es lo que obliga y hay que anexarlo a esa lista de cosas por hacer antes de morir.

Es un buen momento de iniciar la nueva vida ¿y que mejor forma que tener novia, que caray? Vamos pues. Que esto sea anexado a mi ToDo list, wish list, bucket list. Ni modo, aceptar el hecho que a los 59 cumplidos ya la calaca anda no muy lejos.

Desconociendo la ciudad y no contando con mucho tiempo libre, la primera opción fue hacer una búsqueda en línea.  Si soy un amante de  ciertas tecnologías de este siglo, ¿porque no aprovecharlas para afianzar los lazos de unión mestizo-anglo? Sea pues. A tirarme un clavado a la red de redes.

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Brasil en el LACMA

En el LACMA* otra vez. El sábado, a las cinco de la tarde. Que Katia Moraes era la atracción principal. Vamos pues, dije sin muchas ganas. Entonces allá nos vemos yo llego por mi cuenta, a fin que hay transporte público para llegar al lugar del evento. Sale pues, allá nos vemos.

Me baje en la Wilshire y Faifax después que el desconocimiento de esta ciudad me hiciera tomar el camino largo. Por un lado de Urban Light, luego de sortear y dejar atrás un enorme grupo de ciclistas que platicaban en las rutas de acceso, busqué una mesa desocupada. La escogida, aunque chaparra, ni mi lonche ni mi hambre despreciaron. En un muy europeo pan acomodé el queso primero, después el jamón. La primer mordida a gloria me supo porque el hambre ya me había alcanzado. Faltando menos de veinte minutos para la cita y con el postre en mis manos, directo al área del concierto.

Al fondo el área cuyo foro esta rodeado de bien cuidados árboles, gradas a su espalda y jardín al frente. Pasos rápidos me impulsaban para ya no más dilatar mi presencia. Había llegado la hora de escuchar música de Brasil.

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Voodoo Donas

La marquesina
La marquesina

¿Se te antojan unas donas totalmente veganas, o mejor aún, cubiertas con tocino? O quizás las prefieras cubiertas con esos cereales para niños (Fruit Loops). O de plano, si estás preparándote para una fiesta, ¿que tal te vendría un ataúd de madera lleno de donas de todas formas y sabores? Pues todo esto puede ser real si vas a Portland, Oregón. Además, si eres emigrante, tantos sabores y colorido quizás faciliten tu proceso de integración aceptación a la nueva realidad.

Las donas son populares en Portland, pero no cualquier tipo de donas. Las Voodoo Doughnut son las apreciadas, las queridas. Son casi un símbolo de la ciudad. Y esto lo descubrí a mi manera, una calurosa tarde de agosto.

Dicen que todo lo bueno cuesta y no siempre es dinero. Y en el caso de las donas del Voodoo, esto es más cierto pues para comerlas debes estar dispuesto también a hacer fila y esperar un mínimo de 20 minutos a que te atiendan. Las filas son largas, las esperas también. Pero tu recompensa vendrá empaquetada en unas cajas color rosa, con dibujos de claveras -que a mis ojos parecían más al estilo de Posadas que al Halloween- y con la leyenda impresa que dice: “Good things comes in pink boxes”, la misma que despliega la marquesina del negocio.

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