Voodoo Donas – el asesor

Voodoo donas, el asesor.
Voodoo donas, el asesor.

Lo malo de ser agosto es que para poder disfrutar de las Donas Voodoo tienes que tomar en cuenta el tiempo de espera y aceptar que muchos más estarán frente a tí cuando llegues al establecimiento. Pero en verdad que vale la pena aguantar el calor y el tiempo invertido haciendo cola en esa línea que se antoja interminable a primera vista. Sea pues.

 Para mi suerte inicie la espera a la sombra de un árbol. Aquí, en la matriz, las colas siempre son largas. Después de unos minutos de estar en la fila escucho que alguien entabla conversación con un volumen de voz lo suficientemente alto -intencionalmente estoy seguro- para ser escuchado . “Hola, ¿como les va el día de hoy? No se asusten. No soy un tipo que se presenta al azar, soy un asesor profesional de donas…” (1) dice el tipo y escucho algunas risas suaves.

Forzando mi apariencia a la de turista tomo algunas fotografías de la fila y los trovadores, aprovecho para ver lo que ocurre a mis espaldas. Ahí está, veo al tipo que se presentó parado frente a dos veinteañeros, sonrisa en la boca y haciendo algunas preguntas para romper el hielo. Cabello rubio y ralo, patillas delgadas alargadas, camisa desabrochada mostrando una camiseta colorida, lentes obscuros. Planchado su pantalón. Era suelta su actitud, mostrando tener muy buenas habilidades para solciabilizar.

Que venían de California y deseaban probar las donas de Voodoo  le decían los interlocutores al asesor correspondiendo también con sonrisas. Uno de ellos, el más delgado y alto, no pudo tomar a tiempo el menú que le ofrecía el asesor profesional. Antes de que deshiciera el nudo de sus brazos cruzados, su compañero lo tomo solícitamente.

Leer más

Brasileiros en el LACMA

Músicos brasileiros
Músicos brasileiros

De todos los presentes quienes se mostraban más felices, en su ambiente, eran los brasileños. Esta tarde el lugar del evento les pertenecía, era de ellos, era su música. Y no es que los no brasileiros estuvieran a disgusto pero esta fiesta era de los que tenían el portugués como lengua madre, de los que que consideran el fútbol como una religión, los paisanos de Pelé y de Antônio Carlos Jobim.

Enseguida, casi pegados a nosotros, había algunos de ellos. Eran más mujeres que hombres. Algunas parejas también. Tomando el vino en copas de vidrio, degustando quesos, carnes frías, verduras preparadas como entremeses. Panes por aquí, algunas aguas o bebidas refrescantes por allá. Zapatos, platos desechables, manteles y cobertores en el césped para sentarse sobre ellos.

Platicaban en portugués, salvo cuando era presentado algún recién llegado. A estos fuereños se dirigían en inglés y saludaban formalmente dando la mano.  Los abrazos al parecer estaban reservados a los paisanos. A los demás se les saludaban cálida, aunque formalmente.

“Algunos de ustedes, brasileños, recordarán a Xuxa….”


Dijo Katia al micrófono. “Me da un gusto enorme saludar a una amiga aquí presente, quien trabajo como productora de algunos de sus shows…” Su brazo señalo a la mencionada, quien mandaba besos y aplaudía con los brazos muy pegados a su cuerpo y sus manos muy cerca a su boca. Rubia, delgada, de baja estatura, mostraba mucha emoción al recibir el reconocimiento de la cantante. Con sus manos juntas, formando una especie de cavidad con la que cubría su boca, mandaba de vez en vez besos o aplaudía el gesto de Katia.

Leer más

La ardilla de la Main Street

La ardilla de la Main Street
La ardilla de la Main Street

La primera vez que la vi corría sobre uno de los gruesos cables de energía eléctrica que se despliegan en paralelo por arriba de la calle en la acera de enfrente. Corría con gracia encorvando un poco su cuerpo cuando saltaba, con la vista al frente. Su piernas, musculosas. Su pelaje, brilloso. Su paso firme, despreocupado.

Es un trayecto de 25 metros el que recorre para llegar de un árbol a otro, sin necesidad de bajar al piso y andarlos sobre el pavimento.  Los dos árboles entre los que se mueve están situados en manzanas diferentes por lo que utilizar el cable le evitaba lidiar, además, con los vehículos que transitan por ahí.

 Después de esa primera vez la he visto muchas más. La veo corriendo apresurada o caminando tranquilamente, de ida y regreso casi siempre llevando algún tipo de alimento-seguramente nueces- en su boca. O quizás no sea la misma, porque en verdad es imposible para mí distinguir una de otra. Todas me parecen iguales, como si fueran clones.

No hay quien la moleste. No la persiguen, no la cazan, no la agreden, no la ahuyentan, no le temen, nadie se atreve a tirar sus árboles. No veo niños o jóvenes que les tiren con resortera o municiones. Más aún, en algunas casas le ponen bebederos para que tome agua o le dejan elotes completos para que se alimente. Parece que los habitantes de esta ciudad no la consideran una plaga.

Allá, arriba, todo parece tranquilo para ella. Salvo, quizás, cuando otra ardilla trata de cruzar al mismo tiempo y se encuentran en un camino demasiado angosto para las dos. Pero ni siquiera eso le preocupa. Simplemente una de ellas decide pasar por debajo del cable, sin detenerse siquiera a discutir con la otra cual camino tomar.

Aquí puede vivir tranquila y el alimento para las de su especie abunda. Este es un buen lugar para ella, donde se siente segura. Más segura que si fuera humano, adolescente, y alumno de alguna de las escuelas de este país. A ellos si les tiran a matar con armas de fuego de grueso calibre.

Me alegre por las ardillas. Me entristecí por una cultura que a veces pareciera no mostrar a su juventud las mismas consideraciones que tiene para estos roedores.

Licencia Creative Commons
Este obra de http://lastierrasdelrincon.org/ está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 3.0 Unported.

Los perros nocturnos


Lo de menos es levantarme temprano, aunque sea domingo. El problema son las corrientes que vienen desde Alaska pues pareciera que hacen su travesía con una hielera como único equipaje. Y este pinche frío de invierno.
Aún esta obscuro cuando tomamos la carretera rumbo a San Miguel. En el carro las ventanillas cerradas, el humo del tabaco y los cinco cuerpos viajeros dan calor. Bueno y la mota que trajo Mauro también ayuda, que caray.

Mi boca seca se humedece con el jugo de naranja. La risa hace que salpique la ventanilla. Lo amarillo del líquido escurriendo y sus extrañas formas prolongan mis carcajadas y contagian a mis compañeros.

Paramos en la caseta los segundos que tarda el guardia en reconocernos. Se que traigo el traje de baño bajo la ropa. La tabla encerada, la toalla lista, y la ilusión de ver a Annette muy presente en mí.

Escogemos el área empedrada frente a la casa móvil del cerco blanco. Cuando abro la puerta el viento pega en mi cara y se cuela entre mis ropas. El metal del carro, húmedo y frío. Tiro el recipiente de mi jugo. Bajo la tabla de las racas.

Cien metros a la playa. No es mucho y voy platicando. Luis va muy adelante y con movimientos de sus brazos nos avisa que las olas están grandes. Apuramos el paso para alcanzar a ver, saboreando ya la sensación de deslizarnos por esas masas de agua marina. El peso de mi tabla hace más palpable los cúmulos de cera en su superficie.
Aún no son las seis de la mañana. Pensar en lo helado del agua me hace temblar anticipadamente. De una de las casas se escucha Mama Told Me Not To Come. Three Dog Night, dice Mauro mientras sigue la melodía. Me acuerdo que también a Rosita Alvirez su madre se lo decía. Me río. Mauro no sabe porqué. Pinche frío.

A las diez, ya con el sol en el cielo, ella vendrá y sus pies delgados sentirán la humedad de mi tabla. La cintilla en su cabello lacio y rubio harán del frío un recuerdo diluido en mi memoria.

Tan tenue como la nebulosa imagen que muchos años después sigo guardando de aquellas serpenteantes líneas amarillas que mancharon el vidrio un día de invierno en la mañana.

 DICCIONARIO:
Mota – cannabis.
Racas – Bastidores montados en automóvil para transportar surfboard.

 
Licencia Creative Commons
Este obra de http://lastierrasdelrincon.org/ está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 3.0 Unported.