De todos los presentes quienes se mostraban más felices, en su ambiente, eran los brasileños. Esta tarde el lugar del evento les pertenecía, era de ellos, era su música. Y no es que los no brasileiros estuvieran a disgusto pero esta fiesta era de los que tenían el portugués como lengua madre, de los que que consideran el fútbol como una religión, los paisanos de Pelé y de Antônio Carlos Jobim.
Enseguida, casi pegados a nosotros, había algunos de ellos. Eran más mujeres que hombres. Algunas parejas también. Tomando el vino en copas de vidrio, degustando quesos, carnes frías, verduras preparadas como entremeses. Panes por aquí, algunas aguas o bebidas refrescantes por allá. Zapatos, platos desechables, manteles y cobertores en el césped para sentarse sobre ellos.
Platicaban en portugués, salvo cuando era presentado algún recién llegado. A estos fuereños se dirigían en inglés y saludaban formalmente dando la mano. Los abrazos al parecer estaban reservados a los paisanos. A los demás se les saludaban cálida, aunque formalmente.
“Algunos de ustedes, brasileños, recordarán a Xuxa….”
Dijo Katia al micrófono. “Me da un gusto enorme saludar a una amiga aquí presente, quien trabajo como productora de algunos de sus shows…” Su brazo señalo a la mencionada, quien mandaba besos y aplaudía con los brazos muy pegados a su cuerpo y sus manos muy cerca a su boca. Rubia, delgada, de baja estatura, mostraba mucha emoción al recibir el reconocimiento de la cantante. Con sus manos juntas, formando una especie de cavidad con la que cubría su boca, mandaba de vez en vez besos o aplaudía el gesto de Katia.