El lugar donde escribo

Mi recámara-estudio
Mi recámara-estudio

¿Dónde escribo? En mi cuarto, casi siempre. Una mesa de madera, una silla también de madera y ruidosa, un cojín sobre el asiento. Mi laptop sobre un colchón para enfriamiento de la batería.

Libros sobre la mesa recargados contra la pared donde veo títulos que prometen enseñarme el arte del bonsái, cómo escribir novelas o esas partes de la ciudad de México que Fabrizio Mejía describe con tanta lucidez. Literatura y ensayos que veo día a día, noche a noche, complementan los otros libros que están en la parte superior de la cómoda, a unos centímetros de la mesa, donde coloco los de novela negra. Dos porta revistas que contiene mis cuadernos de notas, copias e impresiones de documentos que me interesan, unos DVD encima de los libros.

Un pizarrón blanco con los nombres de los días de la semana y cinco espacios bajo cada uno de ellos delineados en color negro. En la parte superior izquierda la palabra Mes al inicio del renglón, invitando a escribir con plumón lavable el nombre correspondiente.  Algunas anotaciones mías en color negro y azul, un número de 4 cifras que ya no recuerdo que significa. En las casillas de lado derecho, las más cercanas a mi cuando escribo,  números de tres y dos cifras separados con un guión que me dicen el número de palabras y el día que las he escrito. Doce anotaciones escritas a diferentes colores, sin algún orden en particular.

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Voodoo Donas – el asesor

Voodoo donas, el asesor.
Voodoo donas, el asesor.

Lo malo de ser agosto es que para poder disfrutar de las Donas Voodoo tienes que tomar en cuenta el tiempo de espera y aceptar que muchos más estarán frente a tí cuando llegues al establecimiento. Pero en verdad que vale la pena aguantar el calor y el tiempo invertido haciendo cola en esa línea que se antoja interminable a primera vista. Sea pues.

 Para mi suerte inicie la espera a la sombra de un árbol. Aquí, en la matriz, las colas siempre son largas. Después de unos minutos de estar en la fila escucho que alguien entabla conversación con un volumen de voz lo suficientemente alto -intencionalmente estoy seguro- para ser escuchado . “Hola, ¿como les va el día de hoy? No se asusten. No soy un tipo que se presenta al azar, soy un asesor profesional de donas…” (1) dice el tipo y escucho algunas risas suaves.

Forzando mi apariencia a la de turista tomo algunas fotografías de la fila y los trovadores, aprovecho para ver lo que ocurre a mis espaldas. Ahí está, veo al tipo que se presentó parado frente a dos veinteañeros, sonrisa en la boca y haciendo algunas preguntas para romper el hielo. Cabello rubio y ralo, patillas delgadas alargadas, camisa desabrochada mostrando una camiseta colorida, lentes obscuros. Planchado su pantalón. Era suelta su actitud, mostrando tener muy buenas habilidades para solciabilizar.

Que venían de California y deseaban probar las donas de Voodoo  le decían los interlocutores al asesor correspondiendo también con sonrisas. Uno de ellos, el más delgado y alto, no pudo tomar a tiempo el menú que le ofrecía el asesor profesional. Antes de que deshiciera el nudo de sus brazos cruzados, su compañero lo tomo solícitamente.

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La ardilla de la Main Street

La ardilla de la Main Street
La ardilla de la Main Street

La primera vez que la vi corría sobre uno de los gruesos cables de energía eléctrica que se despliegan en paralelo por arriba de la calle en la acera de enfrente. Corría con gracia encorvando un poco su cuerpo cuando saltaba, con la vista al frente. Su piernas, musculosas. Su pelaje, brilloso. Su paso firme, despreocupado.

Es un trayecto de 25 metros el que recorre para llegar de un árbol a otro, sin necesidad de bajar al piso y andarlos sobre el pavimento.  Los dos árboles entre los que se mueve están situados en manzanas diferentes por lo que utilizar el cable le evitaba lidiar, además, con los vehículos que transitan por ahí.

 Después de esa primera vez la he visto muchas más. La veo corriendo apresurada o caminando tranquilamente, de ida y regreso casi siempre llevando algún tipo de alimento-seguramente nueces- en su boca. O quizás no sea la misma, porque en verdad es imposible para mí distinguir una de otra. Todas me parecen iguales, como si fueran clones.

No hay quien la moleste. No la persiguen, no la cazan, no la agreden, no la ahuyentan, no le temen, nadie se atreve a tirar sus árboles. No veo niños o jóvenes que les tiren con resortera o municiones. Más aún, en algunas casas le ponen bebederos para que tome agua o le dejan elotes completos para que se alimente. Parece que los habitantes de esta ciudad no la consideran una plaga.

Allá, arriba, todo parece tranquilo para ella. Salvo, quizás, cuando otra ardilla trata de cruzar al mismo tiempo y se encuentran en un camino demasiado angosto para las dos. Pero ni siquiera eso le preocupa. Simplemente una de ellas decide pasar por debajo del cable, sin detenerse siquiera a discutir con la otra cual camino tomar.

Aquí puede vivir tranquila y el alimento para las de su especie abunda. Este es un buen lugar para ella, donde se siente segura. Más segura que si fuera humano, adolescente, y alumno de alguna de las escuelas de este país. A ellos si les tiran a matar con armas de fuego de grueso calibre.

Me alegre por las ardillas. Me entristecí por una cultura que a veces pareciera no mostrar a su juventud las mismas consideraciones que tiene para estos roedores.

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Buscando novia – el inicio

Busco novia
Busco novia

Buscar novia. Gringa, blanca, rubia, ojo azul, lindas piernas. A fin de cuenta estoy  viviendo en Gringolandia y en una ciudad donde abundan las güeras. Si, esto es lo que obliga y hay que anexarlo a esa lista de cosas por hacer antes de morir.

Es un buen momento de iniciar la nueva vida ¿y que mejor forma que tener novia, que caray? Vamos pues. Que esto sea anexado a mi ToDo list, wish list, bucket list. Ni modo, aceptar el hecho que a los 59 cumplidos ya la calaca anda no muy lejos.

Desconociendo la ciudad y no contando con mucho tiempo libre, la primera opción fue hacer una búsqueda en línea.  Si soy un amante de  ciertas tecnologías de este siglo, ¿porque no aprovecharlas para afianzar los lazos de unión mestizo-anglo? Sea pues. A tirarme un clavado a la red de redes.

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Voodoo Donas

La marquesina
La marquesina

¿Se te antojan unas donas totalmente veganas, o mejor aún, cubiertas con tocino? O quizás las prefieras cubiertas con esos cereales para niños (Fruit Loops). O de plano, si estás preparándote para una fiesta, ¿que tal te vendría un ataúd de madera lleno de donas de todas formas y sabores? Pues todo esto puede ser real si vas a Portland, Oregón. Además, si eres emigrante, tantos sabores y colorido quizás faciliten tu proceso de integración aceptación a la nueva realidad.

Las donas son populares en Portland, pero no cualquier tipo de donas. Las Voodoo Doughnut son las apreciadas, las queridas. Son casi un símbolo de la ciudad. Y esto lo descubrí a mi manera, una calurosa tarde de agosto.

Dicen que todo lo bueno cuesta y no siempre es dinero. Y en el caso de las donas del Voodoo, esto es más cierto pues para comerlas debes estar dispuesto también a hacer fila y esperar un mínimo de 20 minutos a que te atiendan. Las filas son largas, las esperas también. Pero tu recompensa vendrá empaquetada en unas cajas color rosa, con dibujos de claveras -que a mis ojos parecían más al estilo de Posadas que al Halloween- y con la leyenda impresa que dice: “Good things comes in pink boxes”, la misma que despliega la marquesina del negocio.

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